domingo, 21 de septiembre de 2008

El último día del año


Era el último día del año. Un momento especial para pensar en otro final y un nuevo comienzo. Se le ocurrió, como a muchos a esas alturas, una mirada introspectiva. Cómo estaba su interior? Libre de resentimientos y rencores, de desilusiones y desesperanzas? Había un anhelo en particular... quería volver a creer en las personas, pero por sobre todo en sí mismo. Quería sentir el amor, pero el que invade plenamente el corazón, la mente y el alma... el que va más allá de los hombres, el que alcanza a todos los seres del universo, el que permite llegar a la comunión con Dios... Recordó penas, recordó el alivio, recordó la paz y el sosiego, recordó las lágrimas y la oscuridad que por momentos oprimió su corazón, recordó la luz, la alegría de los logros, el abrazo de los amigos y sus palabras de aliento, recordó las flores del jardín, el sol inconmensurable, la luna majestuosa, y renovó sus esperanzas. Tan simple y tan sencillo.
En el último tiempo se había sentido empequeñecido, inseguro, limitado, detenido en el tiempo y el espacio... pero ese también era él, con pobrezas, debilidades y vulnerabilidades, un ser humano al fin.
Finalmente, eligió para este renacer una mirada limpia; decidió ver el mundo con ojos inocentes y por sobre todo, con fe en sus propias fuerzas, en esa garra que puso cuando sintió que ya no podía más y la vida no tenía sentido... Hubo algo más fuerte que su mente... el propio corazón que se reveló y ganó la batalla. Fue entonces cuando se sentó frente al mar, en el silencio de esa noche especial, la última del año, entregado, bajo un cielo infinito, y se transformó en universo.
Sandra Zárate

No hay comentarios: